El mundo está lleno de magia, sí, de esa misma magia que
envuelve nuestra historia desde un inicio. Eres una coincidencia, en forma de
destino, con traje de bendición y etiqueta de sueño. ¿Cómo no pensar que eres
algo más allá de lo humano si cuando pienso en ti tengo sentimientos que no
caben en este mundo?
Lo único lógico que puedo identificar, y tal vez, lo más
coherente, es que encontrarte ha sido la razón por la que ser como decidí ser,
vale la pena.
Caminar a tu lado, con discreción ante las heridas del
pasado, pero con determinación hacia ese futuro que queremos juntos, se vuelve
la experiencia más grata desde que nuestros rumbos se unieron en uno solo por
la simple razón de dibujar una sonrisa diario en ese rostro hecho a detalle por
el creador.
Si no existieras estaría seguro que eres un ángel y aun
así, en tu forma humana, no hay día que no piense que eso eres, porque desde
que apareciste el rumbo de mi fortuna giro completamente y en nuestro entorno
gobierna la armonía, pero fuera de él, la suerte parece que se multiplicó.
Soy supersticioso con algunas cosas, con otras no tanto,
pero quien te conoce, debería notar que el que existas haría creer cualquier
cosa a cualquier persona.
Afortunadamente, el privilegio es mío, puedo enamorarte y
dejarme enamorar diario por ti, parece poco o mucho el tiempo que pasamos
juntos, es cuestión de perspectiva. Y aunque para mí el tiempo a tu lado es
poco y el que espero para verte es mucho, debo admitir que cada día, mirándote frente
a frente o no, escuchándote o en tus silencios, apoyándote en tus tristezas y
celebrando tus alegrías, en esa espera por verte o cuando nuestros labios se
juntan, la moraleja es simple, única, especial. Sí, sinónimo de tu persona, la
respuesta es clara, tu presencia en mi vida es un privilegio y desde que somos
parte de la misma historia sé que eres…
El amuleto de mi vida.