Convencido estoy que cada uno de nuestros actos define lo
que somos y el entorno que creamos. Todo lo que generamos viene para bien o
para mal a darnos un enfoque especial hacia nuestros objetivos y sobre todo a
quedarse en nuestro ser de manera entrañable en la cotidianidad de nuestros
días.
No soy un fanático de las coincidencias, pero sin duda,
salir de esa rutinaria forma de actuar da un plus especial a esas sorpresas
positivas que nos causa nuestro andar.
Y así sucedió contigo…
Aprendí, que la diferencia entre una sonrisa y el color
gris de los días depende muchas veces de una palabra, que en conjunto con un
poco de suerte me pone en tu camino y me lleva a conocerte con frenesí,
conociendo tú entorno y descubriendo que no es tan malo ser explorador en
territorios llenos de luz, como sucede a cada kilómetro de tu camino que me
dejas conocer.
Pero dejemos las analogías y volvamos a la realidad.
Misma que se llena de alegrías a través de conversaciones y actos que se quedan
como momentos eternos en nuestros encuentros, y como promesas de querer que el
día siguiente sea una versión mejorada de lo que hoy compartimos, de lo que
hoy, nos hace conocernos un poco más.
De lo que si soy fanático es de estos juegos fantasiosos
del camino, ese que nos cruzó sin pensar y a través de la calidad de lo que
emanas y del brillo de tu alma a través de esos instantes que creamos, me
permite comprobar la primer cosa en la que tengo certeza con conocerte, porque
las demás espero que me dejes descubrirla pero por lo pronto, estoy seguro que…
Coincidir contigo es magia.
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